
Cómo cuesta madrugar, guacho. Ni los fisuras de siempre están en la esquina. Tranquila la villa a esta hora. Tanto silencio un poco asusta. El Viejo siempre decía dos cosas cuando todo estaba en silencio: “barrio callado, quilombo asegurado” y “en el silencio, la muerte es pilla y ataca por la espalda”. Frases que seguramente las habrá escuchado de algún fisura con varias noches sin dormir en modo persecuta. Pero si algo aprendí en la villa, es que la gente con calle y noche, no habla al pedo cuando habla.
Llegar a viejo en la villa, no es para cualquiera. El que llega, termina con el cuerpo curtido. No solo con marcas en la piel sino también en el corazón. Gente que perdió más de lo que ganó. El viejo es respetado en la villa por todos los guachines. No por el hecho de ser viejo, sino porque saben que en su cuerpo lleva los muertos que el Gauchito no pudo cuidar. Saben que en la noche y en el escabio encuentra su refugio.
Quizás el viejo viva borracho y escabie más que el resto, porque dentro de él están todos los amigos que murieron a su lado. Escabia el doble porque comparte el vino con los que ya no están.
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